Dr. Juan Manuel Serna
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Desde chico acompañó al consultorio a su padre y a su madre de quienes aprendió la profesión y el trato más cálido y humano hacia pacientes humildes, con recetas del Pami y sin dinero para remedios. Ahora él, con 31 años, relata lo que vivió en la guardia policlínica en Lomas de Tafí.

Juan Manuel Serna era un chico y ya veía a su padre despertarse a cualquier hora de la madrugada, colocarse la chaqueta blanca todavía medio dormido con las pantuflas puestas y atender al vecino con el bebé en brazos porque no paraba de llorar, doctor.

Escenas así empezaban a marcar a fuego la vida de Juan Manuel, como las que también ocurrirían frente a la cancha de Atlético, en el consultorio familiar de la calle Bolivia donde su padre y su madre compartían la pasión por la medicina y el pequeño vivía situaciones así: “Cuando lo acompañaba a mi viejo al consultorio, ahí lo veía atendiendo muchas veces a gente del Pami, de bajos recursos. Muchas veces ni les cobraba la consulta, hasta les regalaba los medicamentos. De esas cosas se aprende mucho”.

Delantero del CEF 18 y después de Atlético durante los tiempos de escuela, Juan Manuel se inclinó definitivamente por la medicina y hoy, a sus 31 años, es el doctor Serna (h) y uno de los médicos que ocupa la primera línea en la lucha contra el Coronavirus de la segunda ola que se vive en Tucumán con consultas y guardias entre su valioso tiempo repartido entre la Guardia Policlínica Lomas de Tafí, el Hospital Avellaneda, Boreal y el Sanatorio Modelo.

Trabaja tanto el doctor Serna que la nota pautada desde el viernes a la nota recién pudo realizarse este miércoles y el disparador de esta entrevista fue un pequeño gran acto de amor que relató en Twitter, una de las redes sociales en donde cuenta y descarga sensaciones que le deja el día a día que vive y donde también alienta a la población a seguir cuidándose.

“Lo que me pasó puntualmente fue en Lomas con una pareja mayor de sordomudos. Yo ya había atendido pacientes sordomudos, pero que venían acompañados de un familiar que oficiaba de traductor. Esta vez, me habían tocado una pareja donde los dos eran sordomudos con un covid leve. Yo sé lo básico de lenguaje de señas por un amigo hipoacúsico: ‘Hola’, ‘Chau’, ‘Gracias’. Lo básico. Y a través de la palabra escrita tampoco me entendían. Entonces, además de los cuidados para seguir su tratamiento por covid, yo tenía que hacerme entender con el señor por unos análisis que debía hacerse por un chequeo urinario”.

“Así como se logra una confianza con el paciente que en otros lugares no se logra, después de intentar explicarles con lenguaje de señas las recomendaciones por ovid, le tenía que explicar al señor cómo hacerse un examen de orina: yo imitaba cómo ir al baño, hacer pis en el frasco y ante esta situación había sonrisas entre los tres. Fue un momento lindo entre los tres, pese a todo lo que estamos viviendo y que me dejó una enseñanza: el lenguaje de señas debiera ser universal para todos, tan universal como el inglés. Ese pensamiento me quedó dando vueltas después de que se fueron de mi consultorio”.

Pero no fue el único pensamiento que le quedó dando vueltas en la cabeza al doctor Serna. Mientras seguía atendiendo pacientes, la pareja ya había ido a la zona de análisis y laboratorio y ya había salido de la policlínica de Lomas de Tafí. “Se iban y tuve que correr para alcanzarlos. Corrí una cuadra para alcanzarlos y repetirles nuevamente los consejos y las recomendaciones. Me quedé pensando en si hacía falta algo que me faltara aclararles. Quería asegurarme de que habían entendido todo. No iba a perdonarme que se fueran con alguna duda y me quedé tranquilo cuando me dijeron que entendían los pasos a seguir”.

Son tiempos donde los gestos como los del doctor Serna también curan, también sanan, también alivian. Como los del enfermero Andrés Quiroga la semana pasada, en el Hospital del Este, quien le cantaba un tema de JAF a los pacientes después del almuerzo. Es el lado más humano de quienes nos cuidan y así lo refleja Juan Manuel: “Vivimos tiempos difíciles y nosotros estamos en la primera línea: vemos todos los días a personas que llegan llorando, tristes, arrepentidos. Arrepentidos porque, a diferencia de la primera ola, estamos viendo a jóvenes de 17 a 30 años. Por mi edad llego un poquito más a la juventud y escucho a chicos que te cuentan que se arrepienten de haber ido a una fiesta y tienen miedo de llevar el virus a la casa. Y también hay muchos pacientes enojados porque se cuidaron mucho y lo mismo se contagiaron. Entonces ante el mismo sentimiento de angustia y tristeza intento, cuando puedo, justamente contagiar alegría o transmitir otros momentos de alivio”.

El alivio personal del doctor Serna, quien dedica 70 horas semanales a la salud de los tucumanos y las tucumanas, también llega con una decisión que tiene que ver con su propia salud: “A pesar del tiempo que trabajo, me doy el tiempo para ir a entrenar, para salir a comer algo una vez a la semana con todos los cuidados del mundo. El año pasado solamente trabajaba y me estaba volviendo loco. Este año me costó aceptar ciertas cosas como el comportamiento de la gente y el estar bastante alejado de mi familia a quienes con suerte veo una vez a la semana y evito los abrazos. Sí estoy pensando en volver al psicólogo porque también es importante para nosotros y todo lo que estamos viviendo día a día”.

Por último, y antes de prepararse para descansar de cara a un nuevo día de trabajo, Juan Manuel reflexiona sobre el futuro que nos espera: “Muchas veces lo hablamos al tema con los colegas y decimos: ‘Esto no termina más’. Lo decimos cuando vemos que llegan un millón de personas al consultorio. Hablo con infectólogos especializados y hay varios que están calculando una tercera ola. Como buena noticia está la vacuna, que es algo alentador. Pero el virus llegó para quedarse, como la gripe. Vamos a tener que aprender a convivir con el virus».

«Ojalá que para fines de este año recuperemos ya cierta normalidad, pero creo que en lugares multitudinarios el barbijo va a ser parte de nuestra vida cotidiana. Como una gorra cuando hay sol o un abrigo cuando hace frío. Los asiáticos usan mucho el barbijo como señal de respeto hacia el otro y es algo que vamos a tener que incorporar. Ahora vemos a mucha gente que empezó a usar doble barbijo quirúrgico: está demostrado que mejora la protección. Siempre lo digo y ahora lo repito: de esto, salimos entre todos, es la única manera. Entre todos, que no queden dudas”.

Fuente: El Tucumano

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