La Gaceta: Los taficeños recuperan su preciada joya

Construida en la década de 1940, la hostería Atahualpa Yupanqui sufrió durante años una decrepitud que la llevó casi a la ruina. Hoy, decida a recuperar el brillo de esta gema colgada del cerro, la municipalidad inició un complejo y ambicioso plan de obras, que incluye la restauración total del edificio y de la gran piscina, así como la construcción de un solarium con cancha polideportiva

La perla del cerro está a punto de brillar de nuevo. Y no es sólo una metáfora demasiado corriente, sino una realidad contante y sonante. Sí porque la vieja Hostería de Tafí Viejo, atrapada por una decrepitud que se remonta a más de una década, ha comenzado por fin su camino hacia un nuevo apogeo.

Desde hace un par de semanas, una cuadrilla de obreros pertenecientes a una empresa privada taficeña (contratada por la municipalidad), comenzó la refacción y ampliación del emblemático edificio. La actividad es, por estos días, frenética. Y la tarea, compleja. Pero el resultado -según se vislumbra- será digno de disfrutar. «Hay obras que tienen que ver con la historia y la tradición de nuestra ciudad. Esta hostería fue, durante muchos años, sinónimo de lo que no se podía hacer. Y por eso siempre estuvo postergada. Hoy vemos que las cosas sí pueden hacerse», sostuvo el intendente Javier Pucharras. Y agregó: «esta obra eleva el espíritu de los taficeños. Nos pone orgullosos».

Un orgullo que también comparten los vecinos. «Daba pena ver al edificio descolorido y repleto de malezas. Ya casi no voy por ahí porque me pone mal», señala Lourdes Mónaco. Ella aún recuerda como si fuera ayer cuando en los años 70, la hostería brillaba como una gema en el cerro. «Era como si la luna durmiera en la montaña», dice.

La obra

A lo lejos, el edificio que fue inaugurado en 1940, no muestra cambios. Pero, una vez adentro, el panorama es distinto. Paredes desnudas, muros demolidos, baños sin sanitarios y pisos sin revestimientos dan cuenta de que la restauración no da respiro.

Los trabajos incluyen la demolición del quincho y los muros no funcionales de la cocina, los vestuarios y los baños de cada una de las 14 habitaciones. También se tirará abajo el revoque de todo el edificio, se cambiarán por completo las instalaciones eléctricas y de agua, cloaca y gas. Se conectarán dos unidades de cisternas y bombas, a fin de dotar de agua corriente continua al edificio -uno de los grandes problemas de la zona- y se colocarán nuevos cerramientos.

La zona de la pileta también será remozada. De hecho se están haciendo las consultas con especialistas para refaccionar las grietas de la piscina e instalar un nuevo filtro completo con una bomba que permitirá refuncionalizar el agua. El sector tendrá iluminación nueva y pisos con piedra volcánica atérmica.

Pero la novedad del proyecto es, sin lugar a dudas, la construcción de una galería que funcionará como solarium y que hará de transición entre el interior del edificio y el exterior. «La idea es revalorizar no sólo el interior, sino también el entorno. Por eso se construirá un quincho con asadores y una cancha polideportiva para que pueda ser usada por las familias taficeñas. Incluso habrá seguridad en todo el predio y se dotará a la fachada de una importante iluminación que resaltará sus detalles arquitectónicos», señaló Pablo González, titular de la firma que tiene la concesión de la obra y también taficeño. «No es una lavada de cara- agregó- Es una restauración que pretende durar por varias generaciones».

Se estima que los trabajos durarán unos seis meses. Y dado que la empresa constructora tiene su domicilio en Tafí Viejo, los trabajos serán ejecutados por los vecinos. «Eso nos compromete aún más y nos llena de orgullo», finaliza González.

Los tuberculosos y los pumas

Don Manuel Carrizo se deja crecer la barba como Fidel Castro. Tal vez sea esa maraña informe sobre su pequeña barbilla la que le otorga un salvaje encanto a su rostro percudido. Tiene los ojos muy oscuros y brillantes, una boca que parece un tajo, el cuello arrugado, -muy arrugado- y las mejillas agrietadas por la sequía. Sin embargo, su figura exhala algo de misterio. No deja que le saquen fotos y apenas contesta con monosílabos. Hasta que se le pregunta sobre la hostería de Tafí Viejo. Entonces su rostro se distiende, los ojos se le iluminan y él mismo, sin que se le pida detalles, da rienda suelta a un rosario de sorprendentes historias. «Es como mi segunda casa», dice. No porque haya vivido ahí, sino porque solía trabajar en la zona. «Mi padre arrendaba un campito muy cerca de donde se encuentra la hostería. Me acuerdo clarito cuando comenzaron a construirla. Fue como un remolino de obreros que, en menos de lo que canta un gallo, ya habían puesto en pie toda la fachada. Se decía que allí iban a recluirse los enfermos de tuberculosis. Fue durante el primer gobierno de Perón. Pero yo no recuerdo haber visto a ningún enfermo. Creo que nunca llegó a usarse como hospital», relata.

Más tarde, en los años 70, cuando el edificio comenzó a funcionar como hostería municipal, llegaron los contingentes de turistas. En su mayoría, jubilados. «Una vez se armó un escándalo enorme porque un par de turistas que estaban tomando mate en la zona de la pileta, fueron sorprendidos de golpe por dos pumas. No pasó nada, en realidad. Los pumas se habían escapado de una reserva cercana y estaban alimentados, de manera que no atacaron a nadie. Pero el miedo que se desató fue tan grande, que toda la hostería fue desalojada para evitar cualquier problema. Sin embargo, los animales desaparecieron tan rápido como habían llegado. Nunca se los volvió a ver. Fue todo un misterio», cuenta.

Fuente: La Gaceta

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