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Elías Andraos junta de a monedas para cumplir su anhelo de comprarse un piano

El pequeño mendocino interpreta piezas de Beethoven -su modelo a seguir-, Mozart y Vivaldi alrededor de una hora por día. la gaceta / foto de héctor peralta

Hace algunos meses las peatonales del microcentro son el escenario de un pequeño músico. Pero no es uno más de los varios artistas itinerantes del microcentro. Un “Para Elisa” anuncia que Elías Andraos ha llegado para alegrar las mañanas y las tardes; con la dulzura de su instrumento y con música clásica, le pone un alto al fuego al ajetreo diario de la capital

Elías es mendocino y tiene 13 años. Transitó los primeros años de su infancia en Carlos Paz, donde se instaló su familia por cuestiones laborales. Su mamá, Alejandra Briseño (siempre lo acompaña en sus recitales callejeros) contó que hace ocho años pudieron escapar del cuento de terror en el que vivían: “mi pareja me golpeaba y nos encerraba a todos en la casa. Un día aproveché que él había viajado al Festival de Cosquín para irme con dos de mis cuatro hijos. Las otras nenas estaban con el padre, pero tuve que tomar una decisión rápida. Con ayuda de mis vecinos pude salir de ese infierno. Luego, llegamos a Tucumán donde mi familia me recibió”.

Un milagro

La pasión por la música nació y creció en Tucumán, en la Escuela de Comercio de Lomas de Tafí, donde Elías cursa actualmente la secundaria. Allí aprendió a tocar, entre otras piezas, el “Himno de la Alegría”, de Beethoven. Pero la chispa por las piezas clásicas y la flauta se encendió en el Hospital de Niños hace unos cinco meses, cuando le diagnosticaron cáncer.

“Mi tía me prestaba su celular y yo aprovechaba para escribir las notas en mi cuaderno para tocar en la flauta que ella me había regalado antes de entrar al hospital”, contó Elías a LA GACETA. La sala completa de Oncología brillaba cada vez que Elías tocaba. Pero su mamá no encontraba consuelo que superara la pesadilla de la enfermedad.

Alejandra relató que durante los días previos a la operación que le extirparía el tumor a Elías, se le acercó un pastor que deambulaba por el hospital y le dijo que no se preocupara que, en nombre de Jesús, su hijo no se operaría. Dos días después los médicos notaron algo extraño: el tumor había disminuido considerablemente, a casi la mitad de su tamaño. La explicación de los profesionales no convencía mucho a Alejandra; para ella fue y es un milagro. Fue un viernes cuando a Elías le dijeron que ya no estaba enfermo. Para él fue el mejor día de su vida. Lo festejó comiendo un sánguche de milanesa con huevo, como a él le gusta.

Niño prodigio

Además de la melodía de “Para Elisa”, el cemento del microcentro se ablanda con la “Sinfonía n° 40” de Mozart, “Primavera” de Vivaldi u “O Sole Mío”.

Con el dinero que recauda, Elías ayuda a su mamá y compra libros sobre grandes músicos. En su casa ya tiene las biografías de Beethoven -su máximo ídolo-, Mozart y Vivaldi, entre otros.

Hoy junta moneda por moneda para su gran sueño: un piano. La inclinación por ese instrumento comenzó hace tres meses, antes del cursillo que rindió para entrar al Instituto Superior de Música de la UNT y que aprobó con un promedio de 9,50. Habían rendido 150 chicos y quedaron 30. En marzo comenzará las clases y está muy emocionado por la oportunidad que tiene de hacer lo que más le gusta. “Mi sueño es llegar a tocar en los grandes pianos del mundo, pero primero me conformo con entrar a la Orquesta Sinfónica”, expresa. También anhela conocer el piano de Beethoven que se encuentra en Alemania.

El piano llegó a su vida en forma de juguete. Ahora quiere uno de verdad y está concentrado en conseguir su objetivo alegrando -durante una hora y media- las mañanas de los tucumanos que pasean por el centro.

Fuente: La Gaceta

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