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El 2012 no arrancó con las mejores noticias para los habitantes de Lomas de Tafí. A poco de comenzado el año, muchos habitantes del mega emprendimiento habitacional se dieron cuenta que el Gobierno hablaba en serio cuando decía que no se podrían instalar locales comerciales en las viviendas.

En lo que va del año 23 intimaciones fueron enviadas por la Municipalidad de Tafí Viejo a fin de exhortar a la demolición de ampliaciones con fines comerciales.

Desde que en 2007 se adjudicaron las primeras 600 viviendas los inconvenientes y reclamos comenzaron a surgir: no había líneas de colectivos, condiciones de seguridad pública ni suficiente transparencia en las adjudicaciones.

Con el pasar del tiempo, dos de estos problemas fueron resolviéndose. Sin llegar todavía a una situación ideal, a Lomas de Tafí ya llegan algunas líneas de transporte público, de escasa frecuencia y cuyo recorrido está lejos de cubrir todo el emprendimiento, pero circulan.

Los reclamos sobre la seguridad fueron disminuyendo, en parte por la acción del Gobierno, en parte por la paulatina migración de gente que va poblando el barrio.

La transparencia en las adjudicaciones sigue siendo un punto por lo menos flojo, pero en una provincia acostumbrada a que los grandes negocios de la construcción se adjudiquen a empresas amigas del Gobernador sin licitación, la entrega de casas “por acomodo” tampoco sorprende mucho.

Pero el envío de intimaciones de la Municipalidad de Tafí Viejo no es un problema que vaya a resolverse con el paso del tiempo y el funcionamiento normal del barrio. Se trata de una prohibición explícita, que impide que los habitantes destinen sus viviendas a pequeños comercios, que abastecerían a sus 25 mil habitantes de lo necesario para su subsistencia diaria.

“Lomas de Tafí fue un plan gubernamental, pero no urbanístico”, señala la Arquitecta Cintia Murad sobre el proyecto, en diálogo con El Intransigente.

“Cubre las necesidades de vivienda de las personas sin contemplar el comercio a escala doméstica. Se trata de suponer que 25 mil personas se desplazarán diariamente al gran centro comercial que se planea instalar, aun cuando su necesidad sea de un solo producto, pero urgente. Suponer eso es no tener en cuenta las implicancias socioeconómicas del emprendimiento urbano: no se puede planear una ciudad sin entender la sociología de la región”, explica.

Cuando a cada vecino se le adjudica una vivienda, también se le hace entrega del boleto de compraventa con la ordenanza municipal que señala que “cualquier cambio en la edificación o instalación de un negocio familiar debe tener la autorización de la Municipalidad de Tafí Viejo”.

Sin embargo, cuando los vecinos fueron a solicitarla, se les explicó que no podían ser otorgadas porque el Municipio no contaba con los padrones y los planos del barrio. Así, fueron construidos de manera ilegal, despensas, kioscos, gimnasios y hasta un corralón. En dos de esos locales incluso no vive nadie, están destinados sólo a la actividad comercial, por lo que el tema de la falta de transparencia en la adjudicación vuelve al tapete: ¿Dónde habitan sus dueños, si justamente accedieron a la casas por no tener un lugar para vivir?

La instalación de locales comerciales en un barrio es un proceso natural de los centros urbanos. No existe en el mundo un conglomerado de viviendas que no desarrolle el comercio a escala doméstica, y mucho menos aún, si el lugar es habitado por personas de clase media y media baja.

“El pequeño comercio es una necesidad de la vida urbana, donde hay un grupo de viviendas surge naturalmente para satisfacer la dinámica de la vida doméstica. Existe hasta en los Countries, donde sus habitantes se mueven casi exclusivamente en vehículos y tienen gran poder adquisitivo. Las llamadas “despensas” de los Countries satisfacen las pequeñas necesidades cotidianas, que a veces son urgentes”, señala la arquitecta Murad.

“Si bien no es la primera vez que en el mundo se planifica un mega barrio sin contemplar el comercio a escala doméstica, todas las experiencias fracasaron”.

La arquitecta Murad compara el emprendimiento tucumano con la epopeya brasilera que constituyó la construcción de la capital de un país desde la nada, en sólo cuatro años: Brasilia.

“Cuando se planteó que en un lugar donde no había nada, en el interior de Brasil, se iba a construir una mega ciudad, y que además sería la capital del país, la economía doméstica tuvo un lugar destacado en el planeamiento. La ciudad se estructuró en torno a “supermanzanas” de 500 metros de lado, donde además de construcciones habitacionales funcionarían pequeños comercios que abastecerían a la zona de todo lo necesario. Un centro comercial cada 500 metros», explica.

Y continúa: «La experiencia de Brasilia tuvo algunos resultados no planeados, pero la economía dentro de las supermanzanas es fuerte y provechosa, porque la necesidad de contemplar el pequeño comercio estuvo desde el principio del proyecto. Y estamos hablando de hace más de 50 años”

Negar el desarrollo del comercio en escala doméstica va mucho más allá de no contemplar las necesidades cotidianas de la población: significa negar la posibilidad de subsistencia o progreso económico a personas que justamente están allí por ser de escasos recursos.

En sencillas palabras: la independencia y las posibilidades de crecimiento económico que proporciona el negocio, el taller, la oficina, el bar, el gimnasio propio quedan prohibidas para los habitantes de Lomas de Tafí.

La alternativa es tratar de conseguir un empleo en el mega emprendimiento comercial que allí se instalará y, en ese caso, permitir que el que se lleve la ganancia sea un empresario, o un grupo de empresarios, o una multinacional. Cualquiera, menos los vecinos.

La falta de oportunidades de progreso en Tucumán no se limita al súper barrio taficino. En términos generales, se podría definir como parte de un planeamiento económico que rige los destinos de la Provincia y el país.

Mientras los comerciantes minoristas Tucumanos (y en general en cualquier provincia) se ven obligados a cumplir con una presión tributaria provincial sólo comparable con la de Estados Unidos (Instituto Argentino de Análisis Fiscal, febrero de 2011), algunos grandes empresarios y multinacionales entran por la puerta grande.

Así, las empresas de call center que arriban en la provincia (algunas multinacionales) son recibidas con los brazos abiertos por la gestión Alperovich. Incluso en algunos casos, el estado asume los costos del inmueble y el 20% de la planilla salarial total.

Mientras algunas exenciones impositivas son frecuentes en grandes empresas, el pequeño comerciante debe afrontar la totalidad de la carga tributaria y responder por las cargas laborales de una manera en que ni el propio Estado lo hace.

Los grandes favorecidos por la prohibición de instalar locales en Lomas de Tafí serán, sin duda, quienes ganen la concesión para explotar comercialmente las 4,4 hectáreas destinadas a tal fin. Tendrán una cartera de clientes cautiva de 25 mil personas.

La gran incógnita, en una provincia poco acostumbrada a las licitaciones, es quiénes serán los felices inversores.

Los consumidores deberán trasladarse al centro comercial para realizar las compras, por más pequeñas que sean, por más urgentes que sean. Como trasladarse implica gasto, deberán procurar hacerlo la menor cantidad de veces posible y para ello, necesitarán organizar su economía de manera de disponer de una buena cantidad de dinero junta.

Es por ello que los vecinos insisten en que no demolerán las ampliaciones realizadas, y continúan gestionando para conseguir autorizaciones que, probablemente, no conseguirán.

“La medida de la prohibición de instalaciones comerciales no puede funcionar” anticipa la arquitecta Murad. “No se puede frenar con una disposición legal lo que constituye parte natural de un proceso natural de urbanización”

¿Cuál será entonces el destino que correrá Lomas de Tafí? Es simple: o la normativa se adapta a las necesidades sociales, económicas y urbanas de semejante cantidad de gente, o el súper barrio se convertirá en un gran dormitorio económicamente quieto.

Quizás el desabastecimiento cotidiano, o la falta de posibilidades de cubrir emergencias sea el precio que las personas de menores recursos deban pagar para llenar los bolsillos de los grandes empresarios que se instalen en el centro comercial.

Fuente: El Intransigente- Semanario de Tucumán, Edición Impresa.

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